Meggie, la gata.

¡FELIZ AÑO NUEVO A TODOS!

Tras la pausa navideña volvemos con las pilas cargadas y con la mayor de las ilusiones para continuar con nuestra apasionante aventura por estos mundos de papel y tablas.

Parafraseando a Fray Luis de León: “como decíamos ayer…”


La última de nuestras lecturas teatrales fue La gata sobre un tejado de zinc caliente obra escrita por, quizá, el más afamado de los dramaturgos norteamericanos contemporáneos, Tennessee Williams, cuyo verdadero nombre era Thomas Lanier Williams. Nacido en Columbus, Mississippi, en 1911, su vida guarda grandes paralelismos con la de los novelistas de la ‘Generación perdida’ –Hemingway, Scott Fitgerald, etc-, pues fue siempre un inadaptado, una persona que nunca halló acomodo en el mundo y que, quizá por ello, se refugiaba en otros imaginarios.
Seguramente, en ello influyera su problemática familia, pero el hecho es que su vida es una permanente dependencia del alcohol y las drogas y un constante coqueteo con la depresión y la locura. También su homosexualidad, en una época en que ésta no era vista como ahora, pudo influir en su carácter.
Pero lo cierto es que pocos dramaturgos presentan una obra de la calidad de la suya. Williams es el retratista por excelencia de la sociedad sureña de Estados Unidos. Pinta ambientes asfixiantes a causa de las rígidas convenciones de aquellas comunidades -que se traslucen materialmente incluso por el clima, de un calor sofocante- y personajes inadaptados que consumen su vida en el alcohol. Obras como ‘Un tranvía llamado deseo’ o ‘Dulce pájaro de juventud’ pertenecen por derecho propio al patrimonio universal del teatro.
La gata sobre el tejado de zinc caliente (1955), Premio de la Crítica y Premio Pulitzer, gira en torno a tres personajes arquetípicos construidos con maestra simplicidad, personajes que aún hoy son reconocibles. Por un lado el joven matrimonio formado por el elusivo y frígido Brick y esa gata hermosa e insatisfecha que es Margaret, y por otro el personaje del padre, el abuelo, el paradigma del sueño americano, el hombre hecho a si mismo, que se enfrenta ahora, en el día de su 65 cumpleaños, a la única situación en su vida que no podrá controlar.

Tal y como apuntamos en la poco menos que “suculenta” (empleando, si me lo permitís, términos gastronómicos) última sesión de nuestro club, esta obra representa el arquetipo de tragedia griega contemporánea. Todos sus personajes están condenados al tormento espiritual a causa de la búsqueda de objetivos que no pueden conseguir. Meggie, probablemente el personaje principal, desea recuperar (si es que alguna vez lo tuvo) el cariño y el deseo de su esposo, Brick, hijo menor del patriarca sureño, a la vez que defiende con uñas y dientes el status de este dentro del clan.Lo pelea como una pantera y su personalidad queda bien definida en esta frase:

"-¿Sabes cual es el triunfo de una gata sobre un tejado de zinc caliente? Aguantar."

Brick, alcoholizado por la perdida de su amigo y “amante”, no quiere más que autodestruirse, pues nunca supo que hacer con la libertad que se le dio desde joven. Pudo alcanzarlo todo pero no consiguió nada por el mal uso de ese libre albedrío que le concedió su padre, a diferencia de su hermano mayor quien, a su vez, busca el respeto (y la herencia) de su padre obedeciéndole en todo y es por eso mismo por lo que recibe su desprecio. Y el abuelo, ese personaje más grande que la propia vida, acostumbrado a que su palabra sea ley, ve ahora como su imperio desaparecerá tras su inevitable muerte, pues el hijo a quien designó como heredero, ese joven e indómito Brick en quien se veía reflejado, ha desperdiciado su talento a causa de la libertad que él mismo le dio para ganar su cariño.Destacables son también los personajes de la abuela, sufrida mujer del patriarca que busca desesperada una estabilidad y la atención de su marido, a pesar de las infidelidades pasadas de este, y el de la esposa de Gooper mujer sureña que ve como su papel dentro de la familia es cada vez menor pues Meggie es mucho más del “agrado” del abuelo a pesar de ser ella quien, a causa de sus múltiples vástagos, perpetua el linaje.

Tennessee concibió la pieza en dos actos, terminándola de una forma bastante “dura” para la época, pues ninguno de los personajes alcanzaba sus objetivos y se quedaba al abuelo solo ante la certeza de su muerte. Sin embargo se le obligó a introducir un tercer acto que dejaría un sabor mucho más dulce en los paladares de una sociedad norteamericana que pretendía obviar sus problemas exteriores e interiores mediante la venta al exterior del final feliz y la consumación del sueño americano.

Completamos el estudio de la obra con el visionado de la primera versión cinematográfica de La gata sobre el tejado de zinc caliente corrió a cargo del director Richard Brooks (1912-1992), que reemplazó a George Cukor, al no haberse atrevido éste a trabajar en una historia que obligatoriamente iba a ser amputada por la censura. A Richard Brooks se le deben notables adaptaciones literarias al cine: Dulce pájaro de juventud, de nuevo sobre una obra de Williams; Los hermanos Karamazov, A sangre fría, El fuego y la palabra, Lord Jim..., a través de las que expresó su crítica a una sociedad marcada por la violencia. Se cuenta de Brooks, como señal de su talante pacífico, que al acabar de rodar una toma no decía "corten", sino "gracias".
Su trabajo en La gata... no fue del gusto del autor de la obra, que denunció incansablemente los recortes de la censura hasta el punto de dirigirse a los espectadores en las colas del cine animándoles a irse a casa: "Esta película va a hacer retroceder 50 años a la industria del cine". El público no le hizo caso y convirtió la película en una de las 10 más taquilleras de aquel año, siendo nominada a seis oscars importantes: mejor película, mejor actor (Paul Newman), mejor actriz (Elizabeth Taylor; se había pensado previamente en Vivien Leigh, Lana Turner y Grace Kelly), mejor director (Richard Brooks), mejor guión adaptado (Richard Brooks y James Poe) y mejor fotografía (William H. Daniels). No obtuvo ninguno de ellos, aunque sí otras nominaciones para los Globos de Oro o los premios Bafta.
Película de diálogos tensos y brillantes, de sólidas interpretaciones, y de un lenguaje cinematográfico que no camufla su origen teatral, ni lo que, en opinión de Haro Tecglen, "parece ser la grandeza de esta obra: una reminiscencia de la grandeza de la tragedia griega en el sur de Estados Unidos, un cruce de pasiones y emociones, de odios, asco, ambición, dominio y posesión...".

Mutis
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